Promovida por el botánico Martín Sessé Lacasta, médico militar, que desde 1785 era el comisionado en México del Real Jardín Botánico de Madrid y promotor de la cátedra de Botánica en la Real y Pontificia Universidad de México, y con el beneplácito de Carlos III, en 1787 se inició la Real Expedición Botánica a Nueva España, un periplo que hasta 1803 recorrió México, la entonces española costa del Pacífico de los actuales Estados Unidos, parte de Centroamérica y las islas de Santo Domingo, Puerto Rico y Cuba. El objetivo era proseguir el trabajo de clasificación de flora y fauna de aquel virreinato que el botánico y ornitólogo Francisco Hernández de Toledo realizó por encargo de Felipe II entre 1571 y 1577. La colección se obtuvo por duplicado, una parte se mandó a Madrid y la otra se depositó en la Universidad de México.
Son varios los disecadores citados en la correspondencia de la Expedición. Entre quienes prepararon restos de animales se encuentran el cirujano y naturalista José Longinos Martínez Garrido, el farmacéutico Jaime Senseve, el escribiente Julián Villar Pardo que también colaboró en la tarea, y el mexicano Mateo Sánchez, personaje que aparece referido de forma destacada.