"Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox" de Pío Baroja.

"Los ejemplares zoológicos más notables. todos disecados por Silvestre, eran: una avutarda, un gran duque (1), un gipaeto barbudo (2), un hurón, un caimán, varias ratas blancas y una comadreja.
   Silvestre tenía ideas propias acerca de la disecación. Creía buenamente que disecando animales era el número uno de España.
   - Porque disecar -decía Paradox- no es rellenar de paja la piel de un animal y ponerle después ojos de cristal. Hay algo más en la disecación, la parte del espíritu; y para definir esto -añadía- hay que dar idea de la actitud, marcar la expresión propia del animal, sorprender su gesto, dar idea de su temperamento, de su idiosincrasia, de las condiciones generales de la raza y de las particulares del individuo.
   Y como muestra de sus teorías enseñaba su búho, un bicho huraño, grotesco y pensativo, que parecía estar recitando por lo bajo el soliloquio de Hamlet, y la obesa avutarda, toda candor, pudor y cortedad, y su caimán, que colgaba del techo con un alambre, con su sonrisa macabra, llena de doblez y de falsía, y sus ojos entornados, hipócritas y mefistofélicos."

Cubierta de la edición de Estampa de 1930.
El fragmento pertenece al sexto capítulo y describe parte del gabinete del protagonista. Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox fue la segunda novela que escribió Pío Baroja. Apareció publicada como folletín entre 1900 y 1901. No tiene un argumento definido y en ella el autor retrata el ambiente bohemio de Madrid de finales del XIX, vivencias, anécdotas, situaciones cómicas, la decadencia de la burguesía, a través de Silvestre Paradox un científico inventor y medio filósofo, hijo de un profesor de Ciencias Naturales del Instituto Cardenal Cisneros (3). Huérfano, Silvestre de niño leía Robinson Crusoe, las novelas de Julio Verne, y soñaba con viajes maravillosos. Sirviente de una pareja inglesa, vendedores ambulantes y embaucadores, con ellos viajó por Francia. De nuevo en Madrid se instaló en la buhardilla de una casa de huéspedes. Sin trabajo ni recursos, inmerso en el mundo de la picaresca, sus humorísticas aventuras y un final inesperado y abierto proporcionarán a Baroja la oportunidad de escribir una segunda parte, Paradox Rey.

Como hemos visto, Silvestre Paradox no sólo se consideraba un buen taxidermista, sino "el número uno de España". Entre sus inventos se encontraba además el "disecol (el mejor compuesto para la conservación de las pieles)". A pesar de ello apenas reunía una colección de una decena de animales disecados que él consideraba su familia. Lo comprobamos en el capítulo XVII, cuando nuevamente sin un céntimo, Avelino Diz de la Iglesia, amigo de Paradox, propone a este que empeñe sus "bichos disecados". La respuesta del segundo: "-No, no; de esos no quiero desprenderme. Es como si me dijera usted que empeñara mi familia."

Silvestre paradox en su buhardilla con su perro Yock y el quebrantahuesos disecado al fondo.


Cuando parecía que su suerte cambiaba, Paradox y Diz de la Iglesia, padecen el robo de los beneficios obtenidos por la venta de uno de los inventos -el único que les reportaría ganancias-, y se ven obligados, esta vez sí, a malvender los animales disecados. Ocurre en el capítulo XIX. La escena es bastante surrealista:
   "- Habrá que vender a la familia -murmuró tristemente Silvestre-.
   - ¿A qué familia?
   - A todos los bichos disecados.
   - ¿Los dejarán pasar? [sus acreedores, la patrona de la casa de huéspedes y el administrador de la finca, no se creían lo del robo]
   - Veremos primeramente si hay quien los compra.
   Recorrieron dos o tres prenderías y no encontraron comprador, hasta que se le ocurrió a Silvestre proponer la venta a Labarta, el médico, el cual aceptó con mucho gusto el trato.
   Lo que le encantó a Labarta fue la advertencia de que los bichos disecados no podrían salir por la puerta de la casa.
   - ¿No? -dijo el médico sonriendo-. ¿Pues por dónde van a salir?
   - Por el tejado. Los iré descolgando con una cuerda a media noche. Usted se aposta en el solar de aquí al lado; no hay más que empujar dos tablas y se entra adentro. Trae usted un par de mozos de la panadería e iremos descolgando los bichos, si se puede todos en una noche; si no, en varias. Lo difícil es bajar el caimán, lo demás será fácil.
   Labarta el médico les proporcionó la soga. Se convino en que los de arriba, Avelino y Silvestre, dieran un silbido que fuera la señal de que comenzaban a bajar el caimán. Labarta y sus hombres darían dos silbidos fuertes para indicar que el solar estaba libre, y uno largo para dar a entender que el animal había caído en sus manos.
   La primera noche se bajó el caimán al solar, no sin ciertas peripecias. La noche estaba sombría; en el cielo negros nubarrones iban corriendo atropelladamente. La oscuridad favorecía el proyecto. Habían puesto Avelino y Silvestre el saurio sobre dos rodillos para que fuese resbalando por el tejado y, efectivamente, se deslizó así; pero al llegar al alero se atrancó y se quedó el caimán inmóvil. Avelino y Silvestre lo empujaron con un bastón; tiraron de la cuerda para ver si con el movimiento encontraba otra postura más favorable a la caída. Nada. No pudo ser. Silvestre tuvo que acercarse a gatas al caimán y ponerlo otra vez sobre los rodillos.
   - Sostenga usted fuerte -le gritaba Avelino-.
   Este había pasado la cuerda por una chimenea y sostenía el caimán con toda su alma.
   Entonces rodó majestuosamente el monstruo y desapareció bajo el alero.
   - ¡Venga usted, venga usted! ¡Se me va la cuerda! -murmuró Avelino-.
   Silvestre trepó junto a él y ayudó a sostener el caimán.
   En aquel momento de luna llena, atravesando un nubarrón negro, apareció en el cielo e inundó los tejados con su pálida luz y plateó las nubes.
   - ¡Qué hermoso espectáculo debe ser el verle bajar a nuestro caimán! -murmuró Silvestre-. ¡Qué no daría por presenciar este descendimiento!
   Los dos amigos siguieron largando cuerda hasta que avisaron los de abajo que el saurio había llegado.
   A la noche siguiente se bajó la avutarda, y en la tercera, en que se pensaba echar a volar la morralla: las ratas, el gran duque y otros bichos, metidos en un saco, se encontraron Silvestre y Avelino, al llegar a su casa, que en su ausencia habían puesto una reja en la ventana que daba al tejado. Con el dinero que produjeran los pobres animales disecados, trató Silvestre de entrar en negociaciones con la patrona, doña Rosa; pero esta no aceptó otra combinación, sino que les daría de comer mientras que pagasen por adelantado. (...)"

Pío Baroja.
Miembro de la Generación del 98, el escritor español Pío Baroja Nessi (San Sebastián, 1872 - Madrid, 1956), estudió Medicina en Madrid y Valencia. Trabajó en la panadería familiar y como médico durante dos años en Guipúzcoa. Gran viajero, a partir de su amistad con José Martínez Ruiz Azorín decide dedicarse por completo a la literatura. Anticlerical, políticamente transitaría desde el anarquismo hasta oponerse a la Segunda República. Al inicio de la Guerra Civil se traslada a Francia donde reside hasta 1940. Se suele describir su carácter como introvertido, tímido y solitario. No se casó. Escribió más de 60 novelas, además de cuentos, teatro, ensayos y memorias. Hasta 1914 publicó sus novelas más representativas. De esta época destacan sus trilogías Tierra vasca; La vida fantástica, en la que se incluyen las dos novelas protagonizadas por Silvestre Parafox; La lucha por la vida, que incluye La Busca, quizá la más popular, Mala Hierba y Aurora Roja; o La raza, con El árbol de la ciencia, La dama errante y La ciudad en la niebla. Entre 1914 y 1936 escribió La sensualidad pervertida; las cuatro novelas agrupadas en El mar; y las veintidós históricas de la serie conocida como Un hombre de acción. A partir de 1936 Baroja inicia cierta decadencia dedicándose únicamente escribir sus memorias. Durante la dictadura las ediciones de algunas de sus obras, como Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox, serían censuradas.

Las ilustraciones que acompañan este artículo, de la cubierta del libro e interior de la edición de 1930 de la editorial Estampa, son obra de Agustín López Agustín (1878-1935), que colaboró en periódicos como España Nueva, La Tribuna, Heraldo de Madrid, Estampa, España Libre, El Imparcial, Blanco y Negro, Ahora, Vida Nueva o ABC. A su muerte el diario La Voz lo describió como "una figura que encarnaba el Madrid de los barrios bajos, con su ingenio castizo".


Notas.-
(1) Búho real.
(2) Gipaetus barbatus, quebrantahuesos.
(3) Histórico instituto de enseñanza media madrileño, que alberga un excelente museo con instrumental científico y animales disecados del siglo XIX y principios del XX.


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Taxidermidades, 2020.


Bibliografía:
Pío Baroja   Aventuras, Inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox , Editorial Estampa, Madrid, 1930.

Recursos:
Artículos socre Taxidermia y Literatura en Taxidermidades.