Fragmento de "El guardián entre el centeno" de J. D. Salinger.

Pájaros volando sobre los visitantes en el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York en 1927 (1).

El protagonista de la novela, el adolescente Holden Caulfield va a ser expulsado de la escuela preparatoria y recuerda sus experiencias en la ciudad de Nueva York, entre ellas sus visitas al Museo Americano de Historia Natural, que encontramos en el capítulo dieciséis:

El Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid.

Fachada del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid (1).

El Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid (MNCN) tiene su origen en los fondos cedidos a la corona española en 1771 por el comerciante español residente en París Pedro Franco Dávila. Aquella colección, compuesta por una biblioteca y miles de especímenes de minerales, plantas, y animales, además de piedras bezoar, objetos artísticos, medallas y cuadros de célebres pintores, entre otros, dio origen al año siguiente a la creación por el rey Carlos III del Real Gabinete de Historia Natural. El donante, Franco Dávila, sería nombrado director vitalicio con un sueldo anual de 1.000 doblones sencillos. El Gabinete, que se instaló en 1773 en el segundo piso del Palacio de Goyeneche, en el número 13 de la calle de Alcalá, edificio compartido con la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, abrió al público en 1776.

El naturalista Daudin, el primer autor en emplear el término "Taxidermia".

Portada del libro de Daudin.
El zoólogo francés François Marie Daudin publicó en el año 1800 su Traité élémentaire et complet d'Ornithologie, ou Histoire Naturelle des Oiseaux, en español Tratado elemental y completo de ornitología o historia natural de las aves, que contenía un capítulo titulado Sur l'art de la Taxidermie considéré par rapport aux Oiseaux; c'est-à-dire, sur l'art de dépouiller, de droguer, de conserver et de monter les Peaux d'Oiseaux, Sobre el arte de la Taxidermia considerada en comparación a las aves; es decir, sobre el arte de desollar, drogar, conservar y montar las pieles de aves. En el prefacio de su tratado Daudin agradecía a Georges Cuvier y a André Marie Constant Duméril su colaboración, y también a Louis Dufresne que, además de amigo suyo, era ayudante naturalista y jefe del laboratorio de Taxidermia del Museo de París, de quien decía que "el ciudadano Dufresne me ha proporcionado todas las principales indicaciones sobre la manera de desollar, de conservar y de montar las aves". Y añadía, "con gran placer aprovecho para agradecerles, como a los demás naturalistas distinguidos que he tenido el placer de conocer, la favorable y amistosa acogida que se han dignado concederme". Unas páginas más adelante, volvía a reconocer la colaboración de Dufresne: "El ciudadano Dufresne, miembro de la sociedad de Naturalistas, poseedor desde hace veinte años de un gabinete de historia natural preparado por él mismo, y que continua ampliando, ha tenido a bien darme las indicaciones y notas que componen el capítulo." Aquel capítulo sobre la preparación de aves, de veintitrés páginas, que ya en sí constituía un tratado, comenzaba de la siguiente forma:
   "El arte de arreglar, conservar las pieles, y de disecar (1) o más bien montar los animales muertos, o la TAXIDERMIA (2), puede tener un origen muy remoto; pero realmente no ha empezado a progresar hasta hace aproximadamente un siglo."

Bellas y Bestias. Parte 5. Años 70, 80 y 90.

Casi llegamos al final de esta serie donde actrices, cantantes y modelos conocidas, y también algunas chicas anónimas, han compartido plano con osos, tigres, leopardos y leones disecados. Con ese pretexto comenzamos Bellas y Bestias. Aquellos lectores que hayan seguido la serie habrán percibido sin duda, tanto un ascenso como un descenso en cuanto al glamour que las fotografías iban transmitiendo conforme avanzábamos en el tiempo. Comenzamos en unos desinhibidos años diez y veinte del pasado siglo, época dorada de las tarjetas postales; pasamos por unos años treinta, cuarenta y cincuenta más recatados pero con mayor abundancia de sex symbols, actrices en nómina de los insaciables estudios cinematográficos, que además de películas protagonizaron millones de sueños; visitamos los años sesenta, y ahora los setenta y ochenta con mayor presencia de esas chicas que se desnudaban en una revista con la promesa de que llegarían a ser estrellas de cine, y que se conocieron como playmates; y hasta la actualidad, la era de internet, de la inmediatez y de un incesable y apresurado consumo de imágenes. Le deseo, querido lector, que disfrute de esta penúltima entrega.
 
Postal publicitaria del Blue Mountain Hotel de 1974.