Crónica del "negro de Banyoles".

El negro de Banyoles en 1977 (1).
A finales de octubre de 1991 una carta de Alphonse Arcelín, médico español de origen haitiano residente en Cambrils, Tarragona, dirigida al alcalde de Banyoles, Girona, exigiéndole la retirada del Museo Darder del que popularmente se conocía como "el negro de Banyoles", desató una polémica que llegó a alcanzar repercusión internacional. Al cabo de pocos meses la ciudad se disponía a acoger las pruebas de remo de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Hasta entonces, el cadáver disecado de aquel bosquimano de etnia tsuana o bechuana, exhibido de acuerdo con los criterios museísticos del siglo XIX en la vitrina de un pequeño museo comarcal, a pesar de no haberse ocultado jamás, había pasado inadvertido. A día de hoy miles de personas guardan en su memoria la imagen de una visita infantil -la mía fue a mediados de los años setenta del pasado siglo- a una sala del Museo Darder donde además de la vitrina de el negro, se alineaban en estanterias cráneos verdaderos y reproducciones en yeso, fetos sumergidos en alcohol, momias y dos pieles humanas curtidas extendidas sobre una pared. Toda una experiencia. La controversia desencadenada a finales del siglo XX, acompañada de acusaciones de racismo, sobrevenida además en una población con una alta tasa de población inmigrante de origen africano y sin problemas de convivencia, analizada ahora con algo más de perspectiva, quizá fuera injusta y desproporcionada.

Damos un salto en el tiempo y reconstruimos su historia. Nos encontramos en París en noviembre de 1831. El día 15 el diario Le Constitutionnel se hacía eco de la llegada de los hermanos Verreaux:
   "Dos jóvenes, los señores hermanos Verreaux, han llegado recientemente de su viaje al extremo de África, en las tierras del cabo de Buena Esperanza. Uno de estos interesantes naturalistas, que apenas cuenta dieciocho años (2), ha pasado veinte meses recorriendo el país salvaje al norte de la tierra de los Hotentotes, entre el cabo Natal y la costa oeste de la bahía de Santa Elena. Las privaciones que han sufrido, los peligros que han corrido nuestros jóvenes compatriotas entre los nativos de esta zona de África, negros tan feroces como las fieras salvajes con las que viven, es algo que no intentaremos relatar. Únicamente nos referiremos a las conquistas que hicieron durante su exploración, de la que dudamos si admirar más su intrepidez o su perseverancia. Hombres, cuadrúpedos, pájaros, peces, vegetales, minerales, conchas, lo han estudiado todo y de todo han informado. La caza les ha proporcionado tigres, leones, hienas, un búbalo admirable, un antílope púrpura de una elegancia rara, multitud de otros pequeños sujetos de la misma familia, dos jirafas, monos, comadrejas, ratas muy curiosas, un avestruz, aves de presa aún no descritas, una gran cantidad de otros pájaros de todos los tamaños, colores y especies. Tienen una colección de nidos que podría ser objeto de una preciosa descripción; raíces, bulbos y otros vegetales de estructura remarcable y talla infrecuente; serpientes, un cachalote, un cocodrilo de un género desconocido hasta el día de hoy."

Jules-Pierre Verreaux (1807-1873) permaneció en Sudáfrica. Fueron sus hermanos menores Jean-Baptiste Édouard Verreux (1810-1868) y Joseph-Alexis (?-1868), quienes regresaron a París con un cargamento de 130.000 objetos de Historia Natural, con destino a la Maison Verreaux, el negocio familiar de venta de objetos de Historia Natural que había sido fundado en 1803 en la Place des Vosges de París por el padre, Pierre-Jacques Verreaux, taxidermista, que a su vez se había casado con Joséphine Delalande, hermana de Pierre-Antoine Delalande, asimismo taxidermista en el Museo de Historia Natural de París, e hija de Adrien Delalande, que fue preparador primero en el Museo de Versalles y después en el Jardin de Plantas, el antecesor del Museo Nacional de Historia Natural de París.

Los hermanos estaban predestinados. En 1818, cuando contaba once años, Jules acompañó a su tío Pierre Delalande a una expedición del Museo de París a Sudáfrica. Tras su regreso en 1821 asistió a las clases de los naturalistas Georges Cuvier y Géoffroy Saint-Hilaire. En 1825 y por encargo de su padre, Jules, que contaba 18 años, se traslada de nuevo a Sudáfrica, donde permanecería trece años. De 1829 a 1838 trabajó como taxidermista en el Museo de la South African Literary and Scientific Institution que cofundó junto al zoólogo Andrew Smith. Durante aquel periodo Jules Verreaux, que se especializó en botánica y ornitología, acumuló y envió grandes cantidades de animales que abastecieron la tienda familiar, su principal cometido. Precisamente para ayudar a preparar aquel primer envío al que se refería Le Constitutionnel, Jules pidió en 1830 a Édouard que se trasladara a Sudáfrica, viaje que hizo acompañado del hermano pequeño Alexis.

El redactor de Le Constitutionnel finalizaba así su reseña:
   "Pero lo que es realmente singular, es un individuo de la nación de los Bechuanas. Este hombre, conservado por los medios de los que los naturalistas se sirven para preparar los sujetos a los que pretenden restituir su forma y, por así decirlo, la vida inerte, es de baja estatura, negro de piel, la cabeza cubierta de una lana corta y espesa, armado con flechas y una lanza, vestido con pieles de antílopes, tocado con crines de puercoespín y aderezado con cuentas, semillas y huesecillos. Un adorno que no sabríamos describir, puesto que nos avergonzaría no encontrar las expresiones apropiadas para caracterizar este accesorio tan especial de vestimenta púdica de los Bechuanas, nos ha impresionado vivamente. Los señores Verreaux han instalado sus riquezas científicas en los almacenes del señor Delessert (3), calle de Saint-Fiacre número 3; y las muestran generosamente a los aficionados, gratuitamente. Sería muy deseable que el Jardin de Plantas pudiera completar su colección ya de por sí bella, además de útil para los sabios que no disponen, como los señores Verreaux, de tiempo, posibilidades o de la energia precisa como para ir hasta África y tomar contacto a propósito con la naturaleza."

Reseña de Le Constitutionnel del 15 de noviembre de 1831.

En una misiva enviada desde Sudáfrica y fechada el 12 de mayo de 1831 Jules Verreaux había anticipado a su profesor Georges Cuvier (4) el contenido de aquel primer gran envío de objetos de Historia Natural:
   “Señor:
   Aprovecho el retorno de mi hermano a nuestra bella ciudad de París para anunciarle la llegada de una rica colección de objetos procedente de esta zona de África. Creo que hay numerosos objetos desconocidos y de todos los géneros, sobre todo peces y reptiles en alcohol. En cuanto a animales y aves, verá que no hemos ahorrado esfuerzo alguno a la hora de obtener lo raro y aquello de lo que carece totalmente su rico museo. Un objeto que no es ni mucho menos el menos interesante de nuestra colección es un Bechuana preparado y muy bien conservado y que ha estado a punto de costarme la vida, viéndome obligado a obtenerlo desenterrándolo la noche anterior en un lugar vigilado por sus parientes. En cuanto a los esqueletos, pienso que encontrará algunas cosas interesantes para su gabinete, y sin duda alguna mi padre le dejará elegir aquello que desee a un precio razonable, puesto que hemos reunido una colección tan rica sin muchos gastos. A partir de lo que vea, usted podría asignarme una suma fija anual, pienso que aún podría enviarle gran cantidad de objetos.”

Dejando de lado las intenciones reales de la carta, avisar de la llegada de la remesa, ofrecer al Museo la posibilidad de adquirir ejemplares desconocidos, e intentar procurarse una asignación económica, el mayor de los Verreaux revelaba cómo habían obtenido el cadáver del bechuana. Se nos antoja insólito pero debemos contextualizarlo. Citemos algunos ejemplos. Entre los años 1818 a 1821 el todavía niño Jules Verreux había acompañado a su tío Pierre Delalande a Sudáfrica precisamente con el objetivo de enriquecer las colecciones del Jardín de Plantas. Entre los objetos que llevaron a París diez años antes había cráneos y esqueletos de nómadas hotentotes, namaquas y bosquimanos, desenterrados del campo de batalla de Grahamstown y de un cementerio de Ciudad del Cabo. En 1825 el taxidermista parisino Léonard Dupont disecó por encargo del aristócrata Jean-Baptiste d'Allard al que más tarde se conocería como el español de Montbrison, un superviviente de la Guerra de la Independencia española que fue hecho prisionero y que trabajó como herrero para el gentilhombre. Su cuerpo estuvo expuesto al público hasta no hace muchos años en el Musée D'Allard de Montbrison, Francia. En agosto de 1829 el boticario y proveedor de objetos de Historia Natural hamburgués Carl Friedrich Drège (5), que junto a su hermano menor Johann Franz realizó algunas expediciones sudafricanas, ya había robado el cuerpo de una mujer  igualmente de etnia bechuana. Otro caso insólito lo protagonizó un año después el filósofo inglés Jeremy Bentham (1748-1832), uno de los primeros defensores de los derechos de los animales, que en su testamento incluyó instrucciones para que su cuerpo fuera públicamente diseccionado y para que su esqueleto y su cabeza momificada fueran expuestos en un armario de madera a modo de autoicono. Sus últimas voluntades se cumplieron. Un último ejemplo sin desplazarnos de París, donde en 1838 se publicó el libro Ensayo sobre la antropotaxidermia del no menos siniestro cirujano suizo Mathias Mayor, cuyos detalles encontrará el lector interesado en un artículo aparte (6).

Grabado a partir de un dibujo al natural de Jules Verreaux (7).

Se cuenta que fue alrededor de 1830 cuando los Verreaux robaron el cadáver del bechuana. Jules lo disecó  y lo consignó con destino a París. Por su parte, Édouard, asimismo taxidermista, se incorporaría a la Maison en 1834 a la vuelta de una expedición al sudeste asiático. El comercio se ubicaba entonces en el número 6 del Boulevard Montmartre. Édouard tomó la dirección ejecutiva del negocio en 1840 y poco después lo trasladaría al número 9 de la Place du Collège de France. La pista del bosquimano disecado se pierde después de la exposición organizada por Delessert, aunque se cree que permaneció en la Maison Verreaux hasta su reaparición décadas más tarde. Édouard falleció en 1868 y su viuda (8) fue liquidando las existencias hasta el cierre definitivo en 1899. No obstante se conoce que el bosquimano salió del almacén en alguna ocasión, como por ejemplo en septiembre de 1872, cuando fue expuesto en la Exposición Universal de Economía Doméstica que tuvo lugar en el Pabellón de la Industria de París entre los días 15 de julio a 1 de noviembre.  Una cita del periodista y ensayista Jules Assézat al final de su crítica a la exposición en el periódico Journal des Débats Politiques et Littéraires del 18 de septiembre lo demuestra:
   "Tras echar un vistazo al pobre jefe Bechuana, disecado por el señor Verreaux, y que da una mediocre idea de su pueblo sin bíceps, y después de lanzar una última mirada a la gran cantidad de instrumentos diversos e incoherentes, se podrá salir del salón con la sensación de haber perdido la jornada. (...)" 

Referencia al bechuana en septiembre de 1872.

En 1883 el zoólogo y botánico Manuel Antón Ferrándiz, que aquel año fue nombrado director de la sección de Antropología del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, durante una estadía en el Museo de París precisamente para estudiar esa disciplina, visita la Maison Vérreaux donde descubre al bechuana y probablemente se interesa por la pieza. De vuelta a Madrid Antón recibe una carta de la viuda Vérreaux con una oferta de venta del humano disecado por unos 10.000 francos, que incluía además la vitrina que lo contenía y como extra la cabeza real de un nativo mozambiqueño también disecada. No consta respuesta del madrileño (9).

Aquel mismo año Francesc Darder Llimona (Barcelona, 1851-1918) había iniciado su época más lúgrube ofreciendo sus servicios de embalsamamiento de cadáveres practicando el método Gannal y albergando en su tienda una sección reservada. En septiembre de 1886 comenzó a comercializar esqueletos, cráneos y huesos humanos, coincidiendo precisamente con un nuevo viaje a París. Hacía algunos años que Darder se desplazaba periódicamente a la capital francesa para adquirir objetos de Historia Natural a los comerciantes parisinos, y quizá fuera en aquella expedición cuando comprara en la Maison Verreaux y trajera consigo, entre otras piezas, al bechuana disecado. Lo cierto es que el 12 de febrero de 1887 Darder consignó en el Museo Martorell, precedente del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona, algunos centenares de objetos de Historia Natural. Darder los dejó temporalmente en depósito  con la intención de que fueran expuestos y vendidos. Junto a un elefante, una jirafa, un tigre, un puma, una boa, o decenas de especímenes de fauna, se ofertaban decenas de "cabezas amomiadas", un esqueleto humano, cráneos humanos, "una cabeza de asesino" o "1 betjuana". El precio de este último, 7.500 pesetas, triplicaba el del elefante. Aquella fue la primera aparición pública en Barcelona del protagonista de nuestro relato. La viuda Vérreaux había logrado deshacerse del bechuana.

Darder retiró aquel depósito un año más tarde, el 6 de febrero de 1888. No hacía mucho que había renovado su tienda ubicada entonces en el número 11 de la calle Jaume I y tenía en mente un nuevo proyecto coincidiendo con la Exposición Universal de Barcelona que se inauguraría semanas después. Efectivamente, el 17 de mayo Darder inauguró su Gran Museo de Historia Natural, de Anatomía comparada y de Antropología en locales anexos al Café Novedades, en el Paseo de Gracia, propiedad del empresario teatral Ignasi Elías. En las salas de aquella exposición temporal se expusieron mamíferos, aves, reptiles y peces disecados, moluscos, minerales, fósiles y esqueletos de animales; pero también, tal y como había avanzado el diario La Dinastía"la sección de Antropología, Etnología y Frenología" comprendía "cráneos de razas humanas, momias, cabezas momificadas y la notable preparación, única en el mundo, del Betjuanas, cafre del África meridional". Aquel Gran Museo provisional se completaba con otro gabinete reservado que contenía piezas en cera y naturales de Anatomía "normal y patológica".

Francesc Darder editaría para la ocasión un catálogo de ciento doce páginas. En la ochenta y cinco un grabado que reproducía a "el Bechuanas" se acompañaba de un texto que lo ubicaba geográficamente y que proseguía con el siguiente fragmento:
   “El interesante ejemplar que motiva estas líneas, el cual, como hemos dicho, es sin disputa alguna el único que existe naturalizado en el mundo, se debe a la audacia del preparador francés M. Eduardo Verraux. Este señor, en uno de los múltiples viajes que frecuentemente realizaba, en busca de notables ejemplares que han enriquecido a muchos museos de Europa, asistió al entierro de un jefe de tribu, que con gran pompa se estaba celebrando en aquellas remotas comarcas. Juntamente con su hermano convinieron que a media noche cuando los parientes y acompañantes del difunto se hubiesen alejado del sitio en que le dieron sepultura, irían a desenterrarlo y una vez conducido al Cabo de Buena Esperanza prepararlo, conforme hoy día se encuentra. El éxito más completo coronó la arriesgada empresa de los hermanos Verraux.”

El Bechuanas en el catálogo de la exposición de 1888.
Aquella exposición temporal fue un éxito de público. La Exposición Universal se clausuró el 9 de diciembre y suponemos que el Gran Museo del Paseo de Gracia debió cerrar también por aquellas fechas. Apenas un par de meses después, en febrero de 1889, Darder ya había trasladado su negocio, al que rebautizó como Museo Darder, a una villa recién construida por él en el número 125 de la Vía Diagonal. Allí debió permanecer el bosquimano disecado, junto a pieles, cráneos, momias y esqueletos humanos, y animales disecados, hasta su traslado a Banyoles. Lo cierto es que, a partir de entonces Darder debió desistir de intentar desprenderse del bechuana puesto que desapareció de los catálogos de objetos en venta.

Francesc Darder promovió y en 1892 fue nombrado primer director del Parque Zoológico de Barcelona. A partir de aquella fecha se volcó en su nuevo cargo, descuidando la gestión comercial de su negocio veterinario y de Historia Natural, que delegó en su hermano Antoni. Además le había surgido competencia. En 1899, en la sección marítima del Zoo, Darder inauguró un Museo Zootécnico donde, durante las fiestas de Navidad de 1903, según cuenta el periódico La Dinastía, se exhibieron en un "Gabinete de Anatomía comparada y Antropología", "cráneos de todas las razas humanas y especies de animales; pieles de hombres salvajes; momias de Egipto, Amon y peruanas; esqueletos de diversos animales; preparaciones anatómicas naturales y artificiales; colecciones frenológicas, etc., etc.". No se cita al bosquimano disecado.

Durante sus últimos años Darder pasó estancias en Banyoles, donde en 1910 instauró la Fiesta del Pez con el propósito de repoblar el lago. Su exitosa iniciativa le valió ser reconocido con el título de hijo adoptivo de la ciudad. En 1915 cerró su establecimiento de la Vía Diagonal y donó las existencia finales, bechuana incluido, y también el mobiliario, al Ayuntamiento de Banyoles, con cuyos fondos inauguró el 22 de octubre de 1916 en el edificio de la antigua escuela municipal, en la plaza dels Estudis número 2, donde todavía hoy continúa el Museo Municipal Darder de Historia Natural. Darder fallecería año y medio más tarde, en abril de 1918. Y allí permaneció expuesto en su vitrina el negro de Banyoles  hasta que en 1997 se retiró de la exposición pública.

Retomamos en este punto de la narración la carta del 29 de octubre de 1991 en la que el médico Alphonse Arcelín solicitaba al alcalde de Banyoles, curiosamente, solamente la retirada del bosquimano, calificándolo como una ofensa a la humanidad y a la raza negra. Nada decía acerca de aquel par de pieles curtidas, también de humanos, que se exhibían en una pared del Museo. Como avanzaba al principio, la proximidad de los Juegos Olímpicos de Barcelona de los que Banyoles era subsede, y la difusión de aquella carta a través de los medios de comunicación, propició la controversia. El secretario general de la Unesco y el de la Organización de Naciones Unidas solicitaron también su retirada y gobernantes africanos expresaron su apoyo a la petición de Arcelín. En febrero de 1992 el Comité Olímpico Internacional (COI) anunció que pediría informes al Comité Olímpico Español y al Comité Organizador del evento. El director general del Centro Interafricano de Iniciativas Culturales se sumó reclamando la retirada de el negro y exigió además que fuera enterrado en África. El periódico The New York Times, con fortuna desigual -afirmaba que "el Negro" lo había disecado Francesc Darder-, se hizo eco del debate. El ministro español de Obras Públicas sugirió que durante las Olimpiadas "se llevara a restaurar". En mayo el COI pidió formalmente la retirada del bechuana mientras se celebrasen los Juegos, petición que no satisfizo ni a Alphonse Arcelín ni a parte de la población de Banyoles, que lo consideró una injerencia. El tema empezó a descarrilar. El Ayuntamiento rehusó la petición de retirarlo apelando a su autonomía municipal. Se imprimieron camisetas y otros recuerdos con la imagen de el Negro como símbolo de la ciudad. El Museo Darder registró un máximo histórico con cerca de 70.000 visitantes aquel 1992, casi duplicando la afluencia del año anterior. Durante los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 el bosquimano permaneció expuesto y las agencias de viajes lo incluyeron en sus circuitos turísticos.

Algunos de los titulares de la prensa.
El 20 de noviembre de 1992 saltaba a la prensa que el Ayuntamiento de Banyoles buscaba un patrocinador que financiara la restauración y el estudio genético y forense del bechuana. En aquel momento se supo que las pieles humanas curtidas se habían restaurado y que se había descubierto que una de ellas pertenecía a un individuo de raza negra y la otra a una persona "de origen árabe", no a personas de raza blanca como se había creído hasta entonces. El bechuana disecado no llegó a restaurarse. En febrero de 1993 se anunció que sería sometido a un examen forense y en julio se dieron a conocer los primeros resultados. La tomografía axial computada (TAC) reveló que únicamente se aprovecharon los huesos de las extremidades y el cráneo, que se empleó madera, hierro y algún relleno blando, y yeso para modelar la cara. En noviembre de 1993 se presentaron las conclusiones definitivas del examen científico. Se estableció que el individuo rondaba los 27 años de edad en el momento de su fallecimiento, que no murió de forma violenta sino a causa de una enfermedad pulmonar crónica, quizá una afectación infecciosa del pulmón que derivó en bronquitis o neumonía. También se facilitaron más detalles sobre el trabajo taxidérmico. La incisión inicial del desollado fue por la espalda, desde el occipucio hasta el ano. El producto preservativo empleado fue el arsénico y el material de relleno "fibra vegetal". El pene se modeló con algún material más consistente. 

A pesar de no incumplir el código ético del International Council of Museums, en 1997 el Ayuntamiento de Banyoles acordó retirar la totalidad de los restos humanos, incluido el bechuana, de la exposición permanente del Darder. El alcalde de Banyoles encargó a tres artistas locales que extrajeran un molde de silicona del bechuana que permitiera reproducirlo, molde que acabó deteriorándose y que jamás se rellenaría. La polémica se reactivó. Las autoridades locales volvieron a recibir presiones, también del Gobierno español, en esa ocasión para repatriar el bosquimano a África. En noviembre de 1998 el Ayuntamiento recibió 7.300 firmas de vecinos contrarios a la repatriación y favorables  a que el cadáver se mantuviera a disposición de los investigadores. En 2000 el Negro se dio de baja del Museo, se le despojó de su lanza, escudo, taparrabos, tocado y collares de cuentas, y fue trasladado al Museo Antropológico de Madrid, donde se desmontó. La Asociación de Museólogos de Cataluña se había manifestado públicamente en contra de dicha destrucción.  Los restos óseos se trasladaron a Botsuana, país que se ofreció a la Organización para la Unidad Africana, para organizar el entierro, que tuvo lugar en una multitudinaria ceremonia el 5 de octubre de 2000 en el parque de Tsholofelo, Gaborone. Alphonse Arcelín fallecería en agosto de 2009. En octubre de 2010, diez años después del popular entierro, el corresponsal del diario La Vanguardia desvelaba que la tumba de el Negro en Gaborone presentaba un lamentable estado de dejadez, plagada de hierbas, que el cartel explicativo estaba oxidado e ilegible y que además servía como banderín de córner de un improvisado campo de fútbol infantil, y que las autoridades se desentendían del asunto. 

El Museo Darder cerró temporalmente en diciembre de 2002 con el objetivo de remodelar y ampliar el edificio. La financiación de la reforma fue en buena parte a cargo del gobierno estatal que compensó de esa forma a la ciudad por la polémica creada y por acceder a la entrega del cuerpo con el propósito de cerrar el asunto. Tras su reapertura en abril de 2007 las referencias al bosquimano casi desaparecieron del Museo. Su historia se silenció y únicamente el fragmento de un vídeo mostraba algunas imágenes del negro en su vitrina, acompañadas de asépticas radiografías y tomografías.

La historia del negro de Banyoles inspiró algunos ensayos, entre ellos un libro de Joan Solana, alcalde de Banyoles durante la polémica, y hasta algún cómic. En agosto de 2002 los restos de Sartjie Sarah Baartman (río Gamtoos, Sudáfrica, 1789- París, 1815), una mujer de etnia khoikhoi que fue exhibida en circos franceses e ingleses con el apodo de la Venus hotentote, y cuyos huesos se conservaban en el Museo del Hombre de París, fueron repatriados a Cacadu, Sudáfrica. El Museo d'Allard de Montbrison, posiblemente para no verse envuelto en una polémica similar, decidió retirar también de la exposición permanente su español disecado.



Notas y créditos:
(1) Fotografía de Francesc Xavier Butiñà Carreras propiedad del Museu Darder de Banyoles (ref. 1977/26). Agradezco a Georgina Gratacós, conservadora del Museu Darder-Espai d'Interpretació de l'Estany, sus sugerencias y su inestimable colaboración.
(2) Se refería a Alexis, puesto que Édouard ya contaba 21 años.
(3) El barón Jules-Paul Benjamin Delessert (1773-1847), además de hombre de negocios, diputado y miembro de la Academia de Ciencias de París, fue un reconocido naturalista aficionado que acumuló una gran colección botánica y malacológica y que mantuvo contacto con los grandes naturalistas de su tiempo.
(4) Georges Cuvier (1769-1832), paleontólogo, zoólogo y profesor de anatomía comparada en el Museo Nacional de Historia Natural de París, y como se ha dicho, profesor de Jules Verreux, llegó a escribir que la raza negra "era la más degradada de las razas humanas". Fue el encargado de extraer un molde en yeso del cuerpo y diseccionar el cadáver de la tristemente célebre Saartjie Baartman, que aparecerá al final del presente artículo, cuyo cerebro y genitales sumergidos en formol y esqueleto montado se expusieron en el Museo del Hombre de París. Sobre ello publicó Cuvier Observations sur le cadavre d'une femme connue à Paris et à Londres sous le nom de Vénus hottentote (1817), un estudio que apareció en Mémoires du Muséum d'Histoire Naturelle.
(5) Carl Friedrich Drège (1791-1867) se trasladó a Sudáfrica en 1821 donde se estableció como boticario. Taxidermista y aficionado a la Historia Natural, aprovechó su estancia en el continente africano para acumular una gran cantidad de especímenes. Realizó varias expediciones acompañado de su hermano Johann Franz (1794-1881), especialista en Botánica. En 1829 Carl Friedrich vendió su botica y se volcó en la recolección. En julio de 1833 volvió a Hamburgo a bordo del Porcupine, y abrió un negocio de venta de objetos de Historia Natural que llegaría a competir con el de los Verreaux. Carl Friedrich Drège regresaría ocasionalmente a Sudáfrica para proveerse.
(6) Cuatro décadas más tarde, en 1876, el doctor Pedro González de Velasco disecaría para exponerlo en su Museo al Gigante Extremeño.
(7) Grabado a partir de un dibujo al natural de Jules Verreaux según afirma el explorador Eugène Delessert en su obra Voyages dans les deux océans Atlantique et Pacifique, 1844 à 1847 (1848). Eugène era sobrino de Benjamin Delessert, el industrial y naturalista que expuso en París en 1831 por primera vez el bechuana disecado.
(8) Operaba comercialmente como "V. E. Vérreaux", Viuda de Édouard Verreaux.
(9) Párrafo de actualización añadido en marzo de 2020 de acuerdo con nuevos datos aportados por Luis Ángel Sánchez Gómez en su artículo 'Con su piel natural'. La exhibición museológica de cuerpos y restos humanos preservados (2019).

 
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Taxidermidades, 2016.


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Recursos:
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Artículo Francesc Darder Llimona, veterinario y taxidermista en Taxidermidades.
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Artículo "Stuffed!", historieta de Glenn Eichler i Nick Bertozzi, cómic basado en la historia del Negro de Banyoles, en Taxidermidades. 
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Artículo El "español disecado" del Museo d'Allard de Montbrison en Taxidermidades. 
Artículo El "Gigante Extremeño" y el Museo del doctor Velasco en Taxidermidades. 
Artículo Foma Ignatiev, el "monstruo" disecado de la Kuntskámera del zar Pedro el Grande en Taxidermidades.
Artículo El "Ensayo sobre la antropotaxidermia" del cirujano suizo Mathias Mayor en Taxidermidades.