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"Una visita al taxidermista", un grabado de 1871.

"El taller de un taxidermista es un museo en miniatura. En él se pueden observar pájaros disecados, animales y reptiles de todas clases, desde osos polares a focas diseñados para colecciones zoológicas, hasta canarios y caniches embalsamados para propietarios sentimentales. Esta última rama de actividad constituye buena parte del negocio de la taxidermia. También se preparan gran cantidad de aves para los sombreros de las señoras, pues cada año los sombrereros precisan unos cuantos miles. Con todo, el taxidermista ha de ser un poco artista; no sólo ha de rellenar el ave o animal, de tal manera que conserve sus proporciones, sino que ha de hacerlo y representarlo de forma natural, proporcionándole con los ojos de vidrio de color una expresión de vida. Se cuenta que de todos los animales, el perro es de los más dificiles de preparar de manera satisfactoria. En el bonito dibujo de la página 392, la niña parece pertenecer a la clase de dolientes antes mencionada. Ella, llorosa, mira el pájaro que sostiene, evidentemente tratando de reconocer en su forma rígida cualquier parecido con su favorito perdido; mientras, su hermano patalea y grita en el regazo de su madre, con una mueca de espanto, asustado por la visión de un mono con que su padre ha tratado de hacerle gracia. Alrededor, una habitación llena de búhos, focas, ciervos, águilas, perros, etc. evidencia el arte de la taxidermia e incita el interés y la curiosidad de los visitantes."
A Visit to the Taxidermist (1871).

 
Al pie del grabado, que apareció en la revista semanal Harper's Bazar del sábado 24 de junio de 1871, se lee: "A VISIT TO THE TAXIDERMIST.- Dibujado por W. L. Sheppard, a partir de un boceto de M. Woolf.- [vea página 394]". La lámina ocupa toda una página apaisada y mide 41,5x20 cm.

El oso disecado, signo de riqueza y posición social.


Oso disecado por Edwin Ward.
Tener un oso disecado en el recibidor fue, en un tiempo, signo de poder y riqueza. Se puso de moda a partir de la época victoriana entre la alta sociedad y los burgueses con aspiraciones de ascenso social. Algunas imágenes y textos parecen demostrarlo.

En un ejemplar de La Ilustración Española y Americana del 30 de enero de 1875 nos encontramos con la xilografia de la izquierda, tallada a partir de un dibujo de P. Larson, en cuyo pie aparece el siguiente texto: "Mr. Bruin, el copero mudo. Oso cazado por Lord Suffield, y armado de esta forma por el disector y naturalista Mr. Ward". El texto que acompaña al grabado es el siguiente: 

   "Entre los festejos con que la corte imperial de Rusia solemnizó el matrimonio de los Duques de Edimburgo en enero del año anterior, figuraba principalmente una partida de caza de osos en los bosques inmediatos a San Petersburgo.
   Lord Suffield y su guía, extraviados en la espesura del bosque, fueron a dar de repente en la boca de una profunda cueva, donde se alojaba un soberbio oso, con dos cachorros ya crecidos; el peligro fue inminente para el magnate inglés, porque aquel feroz animal intentó arrojarse sobre el intruso que llegaba a turbar la paz de sus dominios forestales; pero lord Suffield tuvo serenidad bastante para esperar la acometida, preparó su escopeta y sepultó dos balas en el pecho del oso, que cayó instantáneamente exánime. Los dos cachorros huyeron, y el oso muerto fue recogido por lord Suffield, quien hizo trasladarlo después a Londres, y lo confió al reputado naturalista Mr. Edwin Ward (Wigmore Street) para que fuese disecado y armado de la manera que representa el grabado de la pág. 69.
   Así se guarda en el vestíbulo que precede al comerdor en el palacio de lord Suffield, en Londres, y es conocido por el siguiente nombre: Mr. Bruin, a dumb waiter (Mr. Moreno, un copero mudo)."

"El Rinoceronte" de Durero.


En el año 1514, el sultán Muzafar II de Gujarat, en el oeste de la India, envió como regalo al rey Emanuel I de Portugal –que dominaba extensas regiones en aquel lugar- un exótico animal: un rinoceronte. En realidad, el sultán hizo su regalo al gobernador de la India portuguesa, don Jaime de Albuquerque que, no sabiendo muy bien qué hacer con el animal, se lo envió a su soberano. El rinoceronte llegó a Lisboa el 20 de mayo de 1515. El 3 de junio el rey de Portugal hizo enfrentar al rinoceronte, que se alojaba en la casa de fieras del palacio de Ribera, con uno de sus elefantes más jóvenes, para comprobar lo que el romano Plinio el Viejo había escrito en su Historia Naturalis en el año 77, que estos dos animales eran grandes enemigos. El elefante, espantado ante la muchedumbre que quería presenciar el combate, huyó aterrorizado ante el lento avance de su adversario.
 

Dibujo a tinta del Rinoceronte de Alberto Durero. Museo Británico.

 
Pronto, el rey de Portugal decidió regalar el rinoceronte, de nombre Ganda, al zoológico del Papa León X. Un año antes, el rey ya había regalado un elefante indio al Papa, que quedó muy satisfecho. Esos regalos perseguían obtener los favores papales que ayudaran a mantener los privilegios portugueses en las tierras exploradas en Extremo Oriente. En diciembre embarcó de nuevo el rinoceronte,  junto a otros suntuosos regalos, con destino a Roma.