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Las enfermedades infecciosas de origen biológico que amenazan al taxidermista.


Garrapata común (Ixodes ricinus) (1).
En un artículo anterior repasé las amenazas que para la salud del taxidermista supone el manejo de ciertos productos químicos. En éste, sin voluntad de alarmar, comentaré los peligros a los que se expone manipulando los restos de los animales, así como otras enfermedades de origen biológico, las conocidas como zoonosis. Para ello recurro en primera instancia al artículo Los riesgos biológicos del oficio de taxidermista que en 2002 publicó Franz Jullien, taxidermista del Museo de Nacional Historia Natural de París, en colaboración de la doctora en Medicina Denise Anselme y de Laurent Péru, conservador del Museo de Historia Natural de Orleans. Creo imprescindible ampliar su difusión.
 
Jullien divide las enfermedades infecciosas susceptibles de ser desarrolladas por los taxidermistas en infecciones locales, enfermedades bacterianas, virales, fúngicas y parasitarias, y las patologías causadas por priones. A las que él cita añadiré algunas más. Tampoco profundizaré en exceso para no desanimar al lector. Al final sugeriré algunas medidas preventivas.

El manejo de productos químicos tóxicos en Taxidermia. Precauciones. Historia.


Ejemplar de mediados del siglo XIX restaurado.
A modo de introducción histórica recordemos que en las instrucciones taxidérmicas que Giovanni Pietro Olina incluyó en su Uccelliera (1622) este empleaba sal, vinagre y alumbre (1) para conservar la piel de las aves. René Antoine Ferchault de Réaumur (1747 y 1753), considerado como el precursor del arte de la Taxidermia, utilizaba aloe (2), mirra (3), pimienta, cal (4) y alcanfor (5). Otras sustancias empleadas como preservativos fueron el tabaco, la canela, el almizcle (6), el cardenillo (7), el azufre (8) o la esencia de trementina (9), por citar algunos. La ineficiencia de la mayoría condujo a la búsqueda y hallazgo de algunos compuestos tan eficaces como venenosos. Se tiene conciencia además del riesgo de algunos de ellos, para la salud de quien los manipula, casi desde el principio de su empleo. Uno de los primeros fue John Woodward, quien en su Brief instructions for making observations in all parts of the World (1696) facilitaba la fórmula de una "solución de mercurio sublimado" -mercurio mezclado con agua y alcohol- y avisaba de la peligrosidad de este veneno. Los siguientes autores que lo recomendaron fueron Tesser Samuel Kuckhan (1770), Thomas Davies (1771) o Johann Reinhold Forster (1771), este último advertía asimismo de su nocividad. El corrosivo sublimado o bicloruro de mercurio se emplearía ampliamente sobre todo en Inglaterra durante la totalidad el siglo XIX, tanto como preservativo para la piel como protector superficial del plumaje. He contabilizado alrededor de una cincuentena de tratados editados durante ese siglo y primer cuarto del XX que lo mencionan. Quien más lo popularizó fue el excéntrico Charles Waterton a partir de la publicación en 1825 de su Wanderings in South America.