Evocaciones de un taxidermista. Oliver Davie.


Oliver Davie en su estudio, rodeado de libros y especímenes disecados (1).


El taxidermista, ornitólogo, librero y escritor Oliver Davie  (Columbus, Ohio, Estados Unidos, 1856-1911), autor de dos tratados de Taxidermia, The Naturalist's Manual (1882) y Methods of the Art of Taxidermy (1894), publicó además Reveries and Recollections of a Naturalist (1898), en español Ensueños y recuerdos de un naturalista, un libro biográfico en el que combinaba vivencias y anécdotas con reflexiones y algunas notas ornitológicas. Acerca de su faceta de taxidermista Davie escribió:
   "Me convertí en taxidermista por mi deseo de preservar todo lo que pudiera ser bello y extraño en la vida animal. Las especies estaban siendo exterminadas y sentí que ya era hora de que al menos uno hiciera lo que pudiera para preservar para la posteridad incluso algunas de sus formas inanimadas .
   Por supuesto, anhelaba ser un Hornaday, uno de los más grandes taxidermistas que jamás haya producido Estados Unidos; de hecho, el maestro del arte en este país. De alguna manera siempre tuve demasiadas cosas entre manos, lo que me impedía tener el tiempo necesario para adquirir experiencia.
   Sólo hay un defecto que encuentro en los especímenes montados por el señor Hornaday, a saber, que una vez terminados sólo les falta respirar, nada más. Un buen taxidermista, siempre lo he sostenido, puede hacer casi cualquier cosa con un montón de pieles, pelo o plumas viejos.
   Un taxidermista que no pueda superar las dificultades es mejor que abandone el negocio.
   Es un hecho positivo que un taxidermista a menudo tiene que hacer algo de la nada. Debe ser el creador, por así decirlo.
   Si recibe una piel vieja y desgastada de un animal -solamente un milagro podría restaurarla-, sin embargo, en ocasiones realizamos estas cosas. Mi viejo amigo, el difunto doctor Jasper, solía decir: "Conseguimos todo menos hacer que exhale aliento de vida por sus fosas nasales".
   A un taxidermista se le pregunta con frecuencia: "¿Con qué rellena sus especímenes?".
   El doctor Elliott Coues, en su incomparable trabajo, Key to North American Birds, responde: "¡Con cualquier cosa menos con ladrillos!".
    Muchas personas no son conscientes de que el material generalmente empleado para formar los cuerpos artificiales de las aves es la estopa común de los tapiceros (2).
   Es fundamental para la conservación de las pieles no utilizar para el relleno nada que pueda ser atacado por insectos.
   Hace algunos años estuve a punto de arruinar mi reputación como taxidermista al intentar montar quinientas pieles de pájaros, originarios de Tierra Santa, que estaban rellenas de viejas ropas de lana de los árabes y pelo de cuadrúpedos. Con ello, las polillas se habían alimentado y vuelto gordas y robustas. Las pieles y plumas recibieron más tarde su atención. El estrago que causaron es indescriptible.
   Una noche, después de una lucha desesperada con el centésimo espécimen de estos manojos de pieles y plumas, me entregué a ensoñaciones de duras realidades: cómo la paciencia a veces se detiene, cómo el ingenio se tambalea cuando falla la inventiva, cómo a veces se pierde el tiempo y la labor hecha con amor.
   Me senté en mi estudio hasta que los últimos rayos oblicuos del sol doraron las paredes, hasta que los objetos que tenía ante mí se volvieron borrosos en el crepúsculo, y con la imaginación vi a Job en un rincón de mi taller sonriendo por mi impaciencia, y escuché a Shakespeare a su lado susurrando: "¡Qué tontos son estos mortales!". 
   Con frecuencia, durante la vida de un taxidermista suceden algunos incidentes peculiares en su estudio.
   Una señora me trajo una vez una garza para montar y la forma en que sostenía el pájaro por el pico hacía que aparentara tener seis pies de largo. Cuando terminé el pájaro, lo rechazó alegando que no había hecho su "grulla" lo suficientemente grande -es decir, seguí la naturaleza lo más que pude-, no la exageré.
   Por honestos que sean todos los taxidermistas, en ocasiones nos vemos obligados a reemplazar.
   Hace veinte años, un caballero me trajo un zorro para que se lo preparara. Lo había mantenido encerrado, pero se le escapó y le dispararon. Era un animal hermoso, todo menos su cola, cuyo pelo enmarañado y sucio parecía más una soga que cualquier otra cosa. Mi cliente quería saber si podía hacer que la cola tuviera ese aspecto esponjoso y parecido a un cepillo que tenía antes. Le dije que lo intentaría. Cuando estaba a punto de terminarlo descubrí que sería imposible conseguir que la cola se viera flamante. Entonces se encendieron mis poderes creativos.
   Tenía un zorro disecado en mi propia colección, un miserable ejemplo de mis primeros esfuerzos, pero tenía una cola perfecta, que amputé y coloqué en el zorro de mi cliente. El animal era todo lo que se podía desear. Terminé la pieza y la entregué en una urna de vidrio laminado, con todos los ornamentos necesarios. Poco después, le pedí a un amigo crítico que examinara el trabajo que había hecho y emitiera un juicio sobre él. Le dije a mi cliente que habíamos ido a ver el zorro adulterado que le había montado recientemente. No supo a qué me refería. Le dije que había recibido su zorro original excepto una pequeña porción suya, y esa era la cola, que tomé de otro y uní al suyo. "Joven", dijo sonriendo, "ha hecho un trabajo excelente, porque nunca debería haber aceptado el encargo si lo hubiera tenido que entregar con la cola que tenía". Recientemente he visto ese zorro y su cola se ve tan natural como siempre.
    La naturaleza crea con frecuencia algunas formaciones extrañas y excepcionales fuera de lo común.  
   Por ejemplo, en cuanto a albinismo he preparado los siguientes sujetos: un mirlo blanco, un cuervo,  una paloma silvestre, una alondra de pradera, una agachadiza, una codorniz -también una codorniz tan negra como un cuervo,- un mapache blanco y otro negro, y he visto ciervos blancos montados.
   Uno de los monstruos de aves más notables que jamás me propuse preparar fue un gorrión común de dos cabezas o gorrión inglés, como se le llama incorrectamente en los Estados Unidos, porque el ave habita en toda Europa. Este pájaro fue cazado por W. L. Morris, de Columbus, y está en su poder.
   Al desollar y disecar el ave se encontró que la cabeza del lado derecho estaba conectada con la izquierda en la base del cráneo y en este punto también se unía la tráquea. Ambas cabezas tenían un par de ojos completamente desarrollados, cada una tenía una lengua y un cráneo que contenía tanta masa cerebral como el otro. Me vi obligado a separar una cabeza de otra para que las dos pudieran desollarse adecuadamente. La cabeza izquierda estaba unida al cuerpo en las principales vértebras cervicales; el cuerpo del ave era considerablemente más grande que el del gorrión ordinario.
   Creo que ambos cerebros operaban al unísono, es decir, no tenían pensamientos en conflicto, o se les pueda llamar acaso un solo cerebro. Es evidente que las cabezas se interfirieron entre sí considerablemente por el hecho de que era imposible conseguir que las plumas de las cabezas descansaran perfectamente lisas como en los casos ordinarios; estaban retorcidas y rizadas. Al tomar dos gorriones, cualquier taxidermista puede hacer un pájaro de dos cabezas más atractivo que este mío. En las plumas del cuello del lado izquierdo había un hueco distintivo donde descansaba la cabeza derecha.
   No es raro oír hablar de cerdos bicéfalos, gatitos, terneros, etc., pero esta es ciertamente una maravilla ornitológica.
   Los precios que reciben los taxidermistas por su trabajo son notablemente pequeños para la gran cantidad de trabajo y estudio que se les otorga. Si el público tuviera el conocimiento que aparentemente tiene sobre otras artes, a los maestros en taxidermia se les pagaría tres veces más en comparación con lo normalmente estipulado. No es de extrañar que el termómetro de lágrimas se utilice en muchos estudios de taxidermistas y que los importes se cobren según el dolor de quien ha perdido una mascota. Sin embargo, el termómetro suele oscilar 50° por debajo del precio normal, porque el pobre se muere de hambre. Lo mismo ha sucedido en otras artes: música, escultura y pintura. Un genio hambriento a menudo recibe un monumento después de su muerte, en lugar de pan mientras está vivo."

 

 
Notas y créditos.-
(1) Ilustración de Reveries and Recollections.
(2) Este y los siguientes cinco párrafos los publicó Davie en forma de relato en su libro Odds and Ends of Prose and Verse (1902).

 
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Taxidermidades, 2021.
 
 
Bibliografía:
Oliver Davie   Reveries and Recollections of a Naturalist , Columbus, 1898.
 
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