El gabinete de Manfredo Settala.

Manfredo Settala (1).
Algunos de sus notables antepasados fueron un obispo de Milán en el siglo V; Passaguado Settala, el cónsul que dirigió las labores de reconstrución de la ciudad tras haber sido arrasada por Federico I Barbarroja en 1162; Enrico I da Settala (?-1230), arzobispo milanés que participó en 1220 en las Cruzadas y consagró la abadía de Clervaux, Luxemburgo; el beato Manfredo Settala (?-1217), ermitaño en el Monte San Giorgio, Suiza; y el beato Lanfranco Settala (1201-1264), prior del convento agustiniano anexo a la iglesia de San Marco. Su padre, Ludovico Settala (1552-1633), médico y político, además de senador llegó a ser el protomédico responsable de la salud pública de la ciudad, entonces posesión española, un personaje que uno de los mayores escritores italianos, Alessandro Manzoni, incluyó en su novela más conocida, Los novios (1842), o Los desposados o Los prometidos esposos según qué traducciones, que se desarrolla en parte con la terrible epidemia de peste de 1630 de fondo. Su cada vez más extensa familia, tuvo dieciocho hijos, obligó a Ludovico a construir un palacio más amplio en la entonces plaza de San Ulderico, más tarde número 26 de la calle Pantano, que pudiera acoger además de a los suyos y a sus  numerosos sirvientes, su extensa biblioteca y su importante colección de pintura.

Manfredo Settala nació pues en Milán el 8 de marzo de 1600, en el seno de una de las familias ilustradas de la nobleza local. Carlo (2), uno de sus hermanos, también fue jurisconsulto, senador y más tarde obispo de Tortona. Siendo adolescente Manfredo quedó impresionado después de haber visitado en Matua la colección de Fernando VI de Gonzaga il duca scienciato, personaje que, a las impresionantes obras de arte heredadas había añadido hacia 1620 numerosos especímenes de Historia Natural. Manfredo estudió Letras, Historia y Filosofía, y con veintiún años se licenció en Derecho en la Universidad de Pavía. En Siena proseguiría estudios de Ciencias y Física. El milanés Manfredo Settala (1600-1680) llegó a reunir en su museo unos 3.000 especímenes, un buen número de ellos objetos de Historia Natural.Convenció a su padre para que, a pesar de una situación económica familiar no excesivamente boyante, le dotara de una asignación económica con la que poder hacer realidad su sueño de viajar hacia Oriente. Así, a partir de 1622 se trasladó primero a Sicilia a bordo de una galera gracias a la recomendación del Gran Duque de la Toscana Fernando II, y más tarde a Constantinopla, la actual Estambul, donde obtuvo permiso para recorrer Turquía, Chipre y Malta, lo que le permitió la recogida de un buen número de objetos naturales y etnográficos. Aquella expedición, que se recoge en el libro Les voyages du sieur Du Loir en Turquie (1654), finalizó con su retorno a Milán en 1628. El día 18 de marzo de ese mismo año, aún sin haber decidido seguir la carrera eclesiástica, fue ordenado diácono. A pesar de los riesgos que suponía la inminente epidemia y las incursiones de los mercenarios, Manfredo Settala se dedicó al disfrute de la vida terrenal lejos de Milán, incluyendo comportamientos poco morales que bien le costarían las reprimendas de su padre. En 1630, su amigo el cardenal arzobispo Federico Borromeo (3) le ofreció el puesto de canónigo de la basílica de San Nazaro, cercana al palazzo familiar de los Settala. Manfredo aceptó aquel puesto que le aseguraba una modesta renta y que le permitía poder dedicarse a los estudios científicos (4). El arzobispo Borromeo nombraría más tarde a Settala director de la Academia de Pintura de Milán y conservador de la Biblioteca Ambrosiana, que había sido fundada en 1609. Settala regresó a Milán cuando la peste cesó. La población de la ciudad pasó de los 130.000 habitantes en 1628 a los 65.000 en 1631 (5).

Cráneo de tucán (6)
Manfredo Settala montó un laboratorio, comenzó a coleccionar objetos y fabricar instrumentos científicos y de precisión como espejos, microscopios o telescopios, que en principio acumulaba en la propia sede de la rectoría en la plaza de San Ulderico. En 1633 falleció su padre y Manfredo heredaría la colección familiar, que agregaría a la suya particular. Su amistad con el arzobispo Borromeo, que frecuentemente recibía a su retorno a los misioneros que retornaban de América, facilitaría a Settala que muchos de aquellos, y también comerciantes, le proporcionaran piezas para su museo, donde se podía admirar desde un mapa dibujado por el misionero jesuita Giulio Aleni, donde China ocupaba inusualmente el centro del mapa, hasta una capa de plumas de colores utilizada en rituales por sacerdotes de Tupinambá.

Mapamundi de Giulio Aleni, publicado alrededor de 1620.

Pronto se convertiría en todo un personaje. Se cuenta que en cierta ocasión, entre 1633 y 1634, fue llamado al monasterio de Santa Maria delle Grazie donde un monje murió misteriosamente en el patio del claustro tras recibir el impacto de una piedra caída del cielo. Settala determinaría que aquel accidente se debió al impacto de un meteorito, que incorporó a su colección, que más tarde mandaría dibujar y en cuya lámina anotó “Pietra del fulmine qual amazo un frate Zocholano”. Entre las personalidades que mantuvieron relación con Settala se encuentran su amigo sienés Fabio Chigi, que llegó a ser nombrado Papa con el nombre de Alejandro VII, con quien posiblemente coindidiera en su etapa de formación; y el médico, escritor y naturalista Francesco Redi, con quien mantuvo correspondencia sobre temas médicos y de ciencias naturales. Precisamente, tras ser elegido Alejandro VII Manfredo lo visitaría en Roma, donde permaneció un par de meses y donde recorrió las catacumbas cristianas de la ciudad. Por su parte, Francesco Redi escribiría más tarde sobre Settala:"Fue un eximio matemático y mecánico, y que por su maestría en la fabricación de espejos incendiarios fue apodado 'el Arquímedes milanés'". Uno de los ilustres visitantes del museo de Settala fue el médico, filósofo, matemático y físico Erhenfried Walter von Tschirnhaus, uno de los inventores de la cerámica europea, que también había fabricado espejos y lentes. Otros personajes con los que se relacionó fueron el erudito florentino Antonio Magliabechi, el filósofo alemán Henry Oldenburg, y el multidisciplinar sacerdote alemán Athanassius Kircher que, como Settala,  se interesó por la ciencia y los instrumentos científicos, las lentes, los espejos, los fósiles, además de ser también un ávido coleccionista.

Portada del catálogo de 1664.
Manfredo Settala, que como ya hemos comentado, dirigía la Academia de Pintura, se sirvió de jóvenes alumnos para que estos dibujaran y acuarelaran láminas donde se representaban los objetos y cuadros de su museo, unas trescientas cincuenta. Settala añadía a cada dibujo una pequeña descripción relacionada con el objeto. Aquel catálogo visual, que ocupaba siete volúmenes, no llegó a publicarse, más tarde se dispersó y sólo pudieron recuperarse cinco tomos, que en la actualidad se conservan en la Biblioteca Ambrosiana. A finales de 1664 se publicó  Musaeum Septalianum. Manfredo Septale, el catálogo del museo que redactó el profesor de Física de la universidad de Milán Paolo Maria Terzago. En latín, con 324 páginas divididas en 67 capítulos, y sin grabados, el volumen recogía la totalidad de los objetos de la colección con su correspondiente descripción. Dos años más tarde aparecería Museo, o galeria adunata dal sapere, e dallo studio, Del sig. canonico Manfredo Settala, la versión del catálogo en lengua italiana traducido por Pietro Francesco Scarabelli, ampliado con las nuevas adquisiones a cargo del mismo autor, y a la que se añadiría el famoso grabado que dibujó Cesare Fiori donde se representa el museo ubicado en el palazzo familiar. Parece ser que, no obstante, la imagen de aquella larga y espaciosa galería no se corresponde con las descripciones que dejaron algunos de los visitantes, que hablaban de un museo que ocupaba cuatro habitaciones. Se cree, pues, que Settala sugirió que en la imagen aparecieran todos los objetos de la colección en una única gran sala, con el objeto quizá de impresionar al lector. 

Pez en  esfera de cristal (6)
El inventario de su colección contabilizó unos 3.000 especímenes, divididos, como se acostumbraba en la época, entre Naturalia y Artificialia, estos últimos los fabricados o bien los objetos naturales modificados por el hombre. La biblioteca de Settala alcanzó los 10.000 volúmenes y los 600 manuscritos. Según el catálogo ampliado de 1666 el museo acumulaba, además de esa gran biblioteca y de una excelente colección de pintura, medallas y monedas, muchos objetos fabricados por él mismo como espejos cilíndricos, lentes ópticas, catalejos, relojes, instrumentos matemáticos y musicales, vasos metálicos y de madera construídos al torno, máquinas de movimiento casi perpetuo, e incluso algún autómata, además de porcelanas chinas, objetos etnográficos como arcos y flechas, bastones, plumas ornamentales, pequeñas esculturas, pergaminos, bálsamos y extractos, animales y partes de animales, rocas y minerales, y fósiles. Sobre estos últimos Settala se atrevió incluso a escribir un pequeño ensayo sobre su posible origen. Aquel gabinete, lugar de obligada visita, se convirtió en una de las mayores atracciones de la ciudad.

Entre los objetos de Historia Natural se contaban minerales, corales, conchas de tortugas, conchas y caracoles marinos, piedras bezoar, un cuerno de "unicornio" o rinoceronte (7); "dientes de animales extravagantes", de elefante, de narval, morsa, foca, vaca marina, manatí, cocodrilo, ballena, dentaduras de "Lamia" (8); "algunos animales raros" como cuatro cocodrilos, dos armadillos, dos camaleones, "dos lagartos marinos de Libia"...; "peces extravagantes", cinco espadas de pez espada y pez sierra, peces voladores, peces globo, espinosos, etc.; "diversas partes de diversos animales", como cabezas de lobo marino y terrestre, dos cabezas de ternera unidas por el cráneo, una cabeza de delfín, otra de tucán, de calao, un cráneo de hipopótamo, colas de rayas marinas con sus espinas, o "una mano de sirena"; una momia egipcia y dos brazos con su mano y un pie, también momificados; un par de aves del paraíso; y muestras de maderas preciosas. 

El famoso grabado del gabinete de Manfredo Settala dibujado por Cesare Fiori.

Algunos de los especímenes anteriores son identificables en el grabado de Fiori. El colmillo de elefante en primer término a la derecha, detrás de la columna. Colgados en el techo, dos espadas de pez sierra, tres cocodrilos disecados, dos peces voladores, una foca disecada, un pez globo, un gran pez disecado a la izquierda, la cabeza de un pez espada, un par de grandes lagartos terrestres y, algo más al fondo, otra espada de pez sierra, un bogavante y un cangrejo marino. En la pared de la derecha distinguimos un colmillo de narval y dos esferas de cristal que contienen un pez, como el de la imagen de más arriba. En el muro de la izquierda identificamos un cuerno de rinoceronte y un par de cuernos o quizá se trate de colmillos de morsa.

Pez globo (6)

En 1672 Manfredo Settala, creyéndose propietario único de la colección, testamentó en favor de sus herederos familiares, su hermano Carlo, sus sobrinos... estableciendo por escrito que su colección permaneciera unida en régimen de fideocomiso hasta que, en caso de extinción de la línea sucesoria masculina, su museo pasara a formar parte de la Ambrosiana. Por aquella época Settala ya no podía mostrar él mismo su museo a los numerosos visitantes y eran sus sirvientes quienes ejercían de guía.

Settala murió el 6 de febrero de 1680. A pesar de su disposición testamentaria, el legado empezó a dispersarse el mismo día de su entierro, el 12 de febrero. El día de su funeral se instaló un suntuoso catafalco decorado con objetos de su museo que nuncan retornarían a la galería. Un colegio jesuíta que también quiso honrarlo llevó en procesión algunas de las piezas del museo que tampoco volvieron al palazzo. El heredero de Manfredo Settala fue efectivamente su hermano Carlo, que murió dos años más tarde. El Museo pasó a ser propiedad de Francesco, sobrino de Manfredo, que en aquel tiempo ocupaba el mismo cargo que su tío, canónigo de San Nazaro. Habiendo fallecido los dos hermanos de este, Ludovico, vicario general en Tortona, y Settimio Passaguado, Caterina, la hija de Settimio, disputó la herencia a Francesco, a pesar de que se había establecido una línea sucesoria exclusivamente masculina. El Senado de la ciudad, no obstante, concedió la propiedad a Francesco. 

Retrato de Settala de 1666 (9).
Con la muerte de Francesco Settala en 1712 la línea sucesoria masculina se agotó. La disposición de Manfredo otorgaba, por tanto, la propiedad a la Biblioteca. No obstante, una rama lateral de la familia, representada por el conde Carlo Settala, argumentando que parte de la colección provenía del bisabuelo Ludovico y que, por tanto, Manfredo no podía disponer libremente de la totalidad, disputó parte del legado. Caterina Settala, prima de Carlo, volvió a pretender parte de la herencia. Las esperas y los cambios de ponentes eternizaban la causa. Finalmente en febrero de 1751 el Senado de Milán se pronunció a favor de la Biblioteca Ambrosiana. Tras la emisión de la sentencia, Carlo Settala aún se negaría por un tiempo a entregar parte de los objetos, pero finalmente claudicó en 1755.

Cinco años más tarde, la Ambrosiana incorporó otra colección de Historia Natural, y los objetos de esta y los provenientes del Museo Settala empezaron a confundirse, lo que hacía imposible determinar el orígen de los especímenes. Los objetos de Settala se distribuirían por todas las salas. A partir de 1790 parte de las medallas y monedas se utilizaron para hacer intercambios con otras piezas. Durante su invasión en 1796, las tropas de Napoleon saquearon parte de la colección, que fue enviada a París. 

No fue hasta 1906, siendo el sacerdote Antonio Maria Ceriani el conservador de la Ambrosiana, cuando el Museo de Manfredo Settala se recompuso y volvió a mostrarse al público. Ceriani falleció al año siguiente y fue sustituido por el erudito Achille Ratti (10), que sería el prefecto conservador de la Biblioteca hasta 1911, y bajo cuyo mandato, y basándose en el catálogo original impreso, despojó a la colección de Settala de los objetos no originales. El gabinete de Settala se reorganizó entre los años 1926 y 1934, pero el trabajo realizado se perdió en buena parte a causa de un bombardeo el 15 de agosto de 1943. En 1970, algunos de los objetos de Historia Natural se cedieron al Museo Cívico di Storia Naturale de Milán, otros a otras instituciones, y el resto se vendieron. En 1984 se organizó una exposición temporal de homenaje con las piezas que inequívocamente estuvieron en la galería original de Manfredo Settala.  

Cocodrilo del Nilo del gabinete de Settala (11).

El responsable del famoso dibujo que representa el Museo de Manfredo Settala, como ya hemos avanzado, es Cesare Fiori, que nació en Milán alrededor de 1636. Pellegrino Antonio Orlandi incluyó una breve biografía de Fiori en su Abecedario Pittorico (1753) que nos ayudará a hacernos una visión general del personaje:
"Cesare Fiori, ciudadano milanés, pintor, arquitecto, retratista, bailarín, esgrimista y alférez de la milicia urbana. A la edad de ocho años hizo el retrato de su padre difunto. Sus familiares lo encaminaron a la pintura bajo la dirección de Carlo Cane y a la arquitectura bajo las reglas de Pietro Paolo Caravaggio. Compartió mesa redonda con virtuosos, y con nobles, que entrañablemente lo amaban. Para máquinas inventadas, funerales, triunfos, tabernáculos, capillas, plantas, diseños, arquitectura, fue célebre, puesto que fueron muchas las estampas, y su nombre se convirtió en glorioso por boca de las musas. No faltaron príncipes extranjeros que le encargaran obras dignas de su talento, lo que le reportó ricos regalos. De trato complaciente y dulce procedimiento, devoto, religioso, plagado de buenas obras, a la edad de 66 años cumplió sus días el viernes santo del año 1702, y con pompa fue acompañado de una copiosa multitud de virtuosos a la sepultura en San Giorgio in Conca."

Notas.- 
(1) Retrato de Daniele Crespi pintado alrededor de 1625, que se conserva en la pinacoteca de la Biblioteca Ambrosiana.
(2) El senador Carlo Settala "hijo del célebre Lodovico" también aparece en Los Novios, en el capítulo veintiocho. Al tratarse de una novela histórica, considerada la primera de la literatura moderna italiana, Alessandro Manzoni se basa en hechos y personajes reales para enmarcar la ficción, lo que nos dará pie a volver a citar al escritor en tres notas más.
(3) Federico Borromeo también aparece como personaje en la novela de Manzoni. No confundir con el cardenal del mismo nombre que vivió entre 1617 y 1673, que fue Patriarca de la Iglesia de Alejandría, Nuncio del Papa en Suiza y España y Secretario de Estado papal.
(4) Una de las acepciones de canongía en español coloquial, según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, es efectivamente "empleo de poco trabajo y bastante provecho". Por otra parte, en  el capítulo dieciséis de la novela Los Novios aparece procesionando un "monseñor Settala", canónigo de la catedral, que no era otro que un tío de Manfredo llamado Girolamo Settala, que había sido arcipreste en Monza y que en 1618 se incorporó al equipo de Federico Borromeo en el duomo como Canónigo Ordinario y Penitenciario de Milán, ciudad en la que murió en 1630 a causa de la peste.
(5) En el capítulo treinta y uno, Manzoni escribe sobre Ludovico Settala y su hijo Carlo, y aprovecha para rendir justicia histórica al protomédico. Creo que vale la pena la transcripción de algunos párrafos puesto que trazan el perfil humano del patriarca:
   "El protomédico Lodovico Settala, que no sólo había vivido aquella peste, sino que había sido uno de los más activos e intrépidos, y, aunque jovencísimo entonces, de los más reputados senadores; y que ahora, con gran sospecha de esta, estaba alerta y sobre aviso, informó, el 20 de octubre, al Tribunal de Sanidad, de que, en la tierra de Chiuso (última del territorio de Lecco, y confinante con el Bergamasco), había estallado indubitablemente el contagio. No por ello se tomó ninguna resolución, como se lee en el informe de Tadino.
(...)
   Sin embargo, como a cada descubrimiento que conseguía hacer, el tribunal ordenaba quemar enseres, cerrar casas, mandaba familias al lazareto, es fácil inferir cuán grande era la ira y murmuración del público contra él, 'de la Nobleza, de los Comerciantes y de la plebe', dice Tadino; persuadidos, como todos estaban, de que eran vejaciones sin motivo, y sin provecho. El odio principal recaía sobre los dos médicos: el citado Tadino y Senatore Settala, hijo del protomédico; hasta tal punto, que ya no podían cruzar las plazas sin verse asaltados con palabrotas, cuando no eran piedras. Y en verdad fue singular, y merece que se guarde memoria, la condición en que durante unos meses se encontraron aquellos hombres, al ver aproximarse un horrible azote, afanarse de todas maneras por desviarlo, encontrar obstáculos donde buscaban ayuda, y ser al mismo tiempo blanco de los gritos, recibir el nombre de enemigos de la patria: pro patriae hostibus, dice Ripamondi.
(...)
   El protomédico Lodovico Settala, entonces poco menos que octogenario, que había sido profesor de medicina en la Universidad de Pavía, después de filosofía moral en Milán, autor de muchas obras reputadísimas entonces, preclaro por las invitaciones a cátedras de otras universidades, Ingolstadt, Pisa, Bolonia, Padua y, por rechazar todas esas invitaciones, era ciertamente de los hombres más autorizados de su tiempo. A la reputación de ciencia se agregaba la de su vida, y a la admiración la benevolencia, por su gran caridad al curar y socorrer a los pobres. Sin embargo, cosa que en nosotros turba y contrista el sentimiento de estimación inspirado por estos méritos, pero que entonces debía volverlo más general y más intenso, el pobre hombre participaba de los prejuicios más comunes y más funestos de sus contemporáneos; estaba más avanzado que ellos, aunque sin alejarse del tropel, que es lo que atrae los males, y hace perder muchas veces la autoridad adquirida de otras maneras. Y en efecto, la grandísima de que disfrutaba no sólo no bastó para vencer, en este caso, la opinión de lo que los poetas llaman vulgo profano, y los cómicos respetable público; sino que tampoco pudo salvarlo de la animosidad y de los insultos de esa otra parte de él que pasa muy fácilmente de los juicios a las demostraciones y a los hechos.
   Un día que iba en litera a visitar a sus enfermos comenzó a congregarse gente a su alrededor, gritando que él era el jefe de quienes a la fuerza que hubiera peste; él quien aterrorizaba a la ciudad, con su ceño, con su barbaza; y todo para dar trabajo a los médicos. La muchedumbre y el furor iban en aumento; los porteadores, olido el poste, se guarecieron con su amo en una casa amiga, que por fortuna estaba cerca. Esto le tocó por haber visto claro, dicho lo que había, y querido salvar de la peste a muchos miles de personas; cuando, con un deplorable dictamen, cooperó a que torturasen, atenazasen y quemasen, por bruja, a una pobre infeliz desventurada, porque su amo padecía extraños dolores de estómago, y otro amo anterior había estado perdidamente enamorado de ella, entonces había recibido del público nuevas alabanzas de sabio y, lo cual es más intolerable al pensarlo, nuevos títulos de benemérito.
(...)
   También en el público, aquella terquedad de negar que la peste iba naturalmente cediendo y perdiéndose, a medida que el morbo se difundía por el contacto y el trato, y tanto más cuando, tras haber permanecido algún tiempo entre los pobres, comenzó a alcanzar a personas más conocidas. Y entre estas, como entonces fue el más notable, merece ahora una expresa mención el protomédico Settala. ¿Habrán confesado al menos que el pobre viejo tenía razón? ¿Quién sabe? Cayeron enfermos de  peste él, su esposa, dos hijos y siete personas del servicio. Él y uno de sus hijos se salvaron; el resto murió. 'Estos casos', dice Tadino, 'ocurridos en la ciudad en casas Nobles, disuadieron a la Nobleza y a la plebe a pensar, y los incrédulos Médicos, y la plebe ignorante y temeraria, empezaron a fruncir los labios, apretar los dientes, y enarcar las cejas'."
(6) Láminas de dibujos originales coloreados pertenecientes a los cinco volúmenes que se recuperaron y que en la actualidad se custodian en la Biblioteca Ambrosiana. Imágenes propiedad de BibliOdyssey.
(7) En aquel tiempo el rinoceronte era conocido como unicornio. 
(8) Las lamias eran pequeños monstruos con cuerpo de mujer de cintura para arriba, que atraían a los viajeros enseñándoles los senos, con el objetivo de matarlos y devorarlos. Se basa en una figura mitológica. 
(9) Grabado que apareció en la edición en italiano del catálogo del Museo de Settala.
(10) Años más tarde Achille Ratti sería elegido Papa con el nombre de Pío XI.
(11) Se conserva en la Biblioteca Ambrosiana. Fotografía propiedad de la Biblioteca Ambrosiana. 


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Taxidermidades, 2015.


Bibliografía:
Antonio Aimi, Vincenzo de Michele, Alessandro Morandotti  Musaeum Septalianum. Una collezione scientifica nella Milano del Seicento, Giunti Marzocco, Milán, 1984 
Mauro Colombo  Manfredo Settala, l'Archimede milanese , en http://www.storiadimilano.it/Personaggi/Milanesi%20illustri/settala/manfredosettala.htm , fecha de consulta 17 de marzo de 2015. 
Christine Davenne  Cabinets of Wonder , Harry N. Abrams, Nueva York, 2012.
Vincenzo De Michele, Luigi Cagnolaro, Antonio Aimi y Laura Laurencich  Il Museo di  Manfredo Settala nella Milano del XVII secolo, Museo Civico di Storia Naturale, Milán, 1983.
Du Loir  Les Voyages du sieur du Loir , François Cluzier, París, 1654.
Oliver Impey y Arthur MacGregor (eds.),  The Origins of Museums. The Cabinet of Curiosities in Sixteenth- and Seventeenth-Century Europe,  Ed. House of Stratus, Thirsk, 2001. 
Alessandro Manzoni   Los novios  , traducción de Esther Benítez, Alfaguara, Madrid, 2004.
Patrick Mauriès, Cabinets de curiosités, Gallimard, París, 2002. 
Marco Navoni   L'Ambrosiana e il Museo Settala  , Cariplo, Milán, 1953.
Pellegrino Antonio Orlandi   Abecedario Pittorico  , Giambatista Pasquali, Venecia, 1753.
Francesco Redi  Opuscoli di Storia Naturale , Felice le Monnier, Florencia, 1858. 
Carla Tavernari   Manfredo Settala, collezionista e scienziato milanese del '600 , en Annali dell'Istituto e Museo di Storia della Scienzia di Firenze, vol. 1, nº1, Florencia, 1976.
Carla Tavernari Il Museo Settala 1660-1680 ,  Valecchi, Florencia, 1979.
Paulo Maria Terzago y Pietro Francesco Scarabelli  Museo, ò galeria adunata dal sapere, e dallo studio, Del sig. canonico Manfredo Settala , Figliuoli de Eliseo Viola, Tortona, 1666. (libro electrónico)


Recursos:
Artículo Los Gabinetes de Curiosidades en Taxidermidades.
Artículo El gabinete de curiosidades de Ulisse Aldrovandi en Taxidermidades.
Artículo El gabinete de Francesco Calzolari en Taxidermidades.
Artículo El "Teatro de la Naturaleza" de Ferrante Imperato en Taxidermidades.
Artículo El Museo de Ole Worm en Taxidermidades. 
Artículo El gabinete de curiosidades de los Tradescant en Taxidermidades. 
Artículo El Museo Kircheriano en Taxidermidades. 
Artículo El Museo Cospiano en Taxidermidades. 
Artículo "Museum museorum" (1714) de Michael Bernhard Valentini en Taxidermidades.